jueves, 5 de agosto de 2010

No es una de esas entradas con tendencias existencialistas

Estaba en el cine con mi papá, discutiendo si entraríamos a ver "karate kid" a las 10:30 pm, o esperaríamos al día siguiente para ver "origen". Viendo ambos 2 metros arriba de nuestros ojos, hacía la cartelera, ya dentro del cine, a un paso de formarnos en la cola de la taquilla.

No miré hacia abajo en muchos segundos, tal vez 2 minutos. Sólo sentí que algo me tocaba la pierna arriba de la rodilla, pequeños y tímidos golpecitos, cuando bajé la mirada, tenía a un niño de unos 4 o 5 años viendome a los ojos, jalandome la bermuda con una de sus manitas cochinas de calle, y ofreciendome chicles con la otra.

Yo sólo lo miré y le dije "ahorita no, gracias". Seguido por un giro vertical de cabeza que colocó mis ojos de nuevo en la cartelera.

Segundos después volví a sentir esas palmaditas en la pierna, miré hacia abajo de nuevo, y ahi seguía el niño morenito, pelo lacio y cara notablemente sucia. El insistía en venderme su producto, movía sus labios y yo sabía que quería decirme algo, pero no salía ningún sonido de su boca, la cual miré primero. Después, con mucho valor, lo miré a sus ojos rasgados, y le dije: "de verdad no tengo cambio".

Y repetí mi cobardía al voltear otra vez a la cartelera.

Una tercera vez, el niño golpeó ligeramente mi pierna, y yo con la mirada alta volví a decir "no tengo cambio" mientras volteaba lentamente hacía la carita del niño, primero volví a ver sus labios moviéndose silenciosamente, como desesperados por emitir algún sonido, el que fuera. Moví mis ojos para encontrarme con los de él, para descubrir que la mugre de su carita se había corrido por 3 gotas de lágrimas que salían de la esquina de su ojo derecho, y llegaban hasta su cuello.

Lo miré y un sudor frío recorrió mi espina dorsal, busqué en las bolsas de mi ropa alguna moneda, pero sólo traía un billete de 200 que mi papá me había dado para pagar los boletos del cine. Todo esto mientras lo miraba a los ojos, y lentamente las lagrimas salían de sus ojos, eran lágrimas tan lentas, que parecía que demostraban la lentitud de su sufrimiento.

Volteé con mi papá y le dije "porfavor, dame una moneda".

Mi papá le puso una mano en el hombro mientras lo apretaba fuerte pero sin lastimarlo, como sintiendo una impotencia que pudo hacernos llorar. Y tal vez lloramos. Sin lágrimas, pero lloramos.

1 comentario:

Hugo De la Reguera dijo...

awwwwwwwwwwwwwwwwwwwwww :'( :'( :'( :'(

me arrepiento de haber entrado a leer este post

:'( :'( :'( :'( :'(